UNA DÉCADA

22.05.2023

Una década de oscuridad

Por: Sonia

Ilustración: Leticia Espinoza

Soy Sonia tengo veintiséis años, soy una mujer delgada, morena, cabello café, ojos grandes y claros. Tuve una bonita infancia a lado de mi madre y mi abuela. Cuando tenía once años perdí a mi mamá, falleció de cáncer en la matriz, eso me hizo sentir sola y triste, pero sabía que tenía que ser fuerte, por mis hermanos que aún eran muy chicos y no comprendían lo que estaba pasando. Me convertí, en su segunda mamá, los cuidaba, a pesar de tener con nosotros a mi abuelita, a la siempre vimos como nuestra mamá, no permitía que nadie nos llamara la atención solo ella, pero se volvió sobreprotectora y muy estricta.

La abuela no permitía que yo tuviera amigos, o que los llevara a casa, yo la obedecía, ella me controlaba el tiempo, y eso me hacía sentir su prisionera. Mis tíos la apoyaban, decían que eso era lo mejor para mí, ellos opinaban en mi educación y en mi vida, elegían siempre sin preguntarme sí era lo que yo quería.

A los doce años entré a la secundaria, entré con mucha alegría porque sabía que en ese lugar iba a sentirme libre, iba a tener amigos. Pasé los mejores días de mi vida ahí, a pesar de que un compañero mayor de la misma escuela me acosaba y no tenía la confianza de contárselo a mi familia. Al fin él se alejó de mí, yo pasé a tercer grado y volvió a cambiar mi vida.

Ahí conocí a un chico, se llama Martín, él era alto cabello negro y chino, era alegre, simpático y muy atento, eso hizo que llamara mi atención, lo veía a escondidas, platicábamos poco.

Yo cumpliría quince años y siempre soñaba con tener una fiesta que nunca pudiera olvidar, mi familia ya tenía todo preparado, ya estaba todo listo, faltaba un día para ese momento tan especial para mí, en ese momento me sentí con la confianza de platicar con mi abuelita, le confesé que había conocido a un chico y quería que el fuera mi compañero en ese día. Ella reaccionó de una forma que me sorprendió bastante, actúo como si hubiera hecho algo malo, se dio la vuelta y no se dirigió hacia mí. A los pocos minutos llegaron mis tíos, llegaron molestos, suspendieron todo, no comprendí que fue lo que hice mal, mi tío me llevó lejos, a otra ciudad yo los obedecí, pero aun así yo seguí en comunicación con Martín.

Al poco tiempo yo volví, él me volvió a buscar, fue hasta mi casa a platicar con mi abuelita, ella no quiso hablar con él, mis tíos se dieron cuenta y me dijeron que si yo seguía con el plan de tener novio me llevarían lejos, pero mi cabeza no entendía cuál era el problema, aun así, no me importó lo que opinaran, y seguí en contacto con él.

Un día, tres de agosto el hermano de él se casaría y el me invitó, yo acepté sin el permiso de mi abuelita, ese día no imaginé que dejaría de ser una señorita, pasaron tres meses y me di cuenta que estaba embarazada, me asusté mucho porque no sabía lo que pasaría, él se alegró porque íbamos a tener un bebé.

Cuando cumplí un mes de embarazo yo le confesé a mi abuelita que estaba esperando un bebé, se molestó mucho y no me hablaba, los pocos minutos llegó mi tío muy molesto, no me miró a los ojos, ni habló, solo me dio el teléfono y yo lo tomé, era mi padrino solo para avisarme que me iría con él y su familia a Estados Unidos. Que allá seguiría con mis estudios y tendría a mi bebé, en ese momento no comenté nada, no me salían las palabras.

Al terminar de hablar con mi padrino me comuniqué con Martín y le conté lo que estaba pasando, el me propuso que me fuera a vivir con él y yo acepté.


***

Tenía 16 años cuando tuve a mi bebé, todo era muy bonito, él se comportaba muy cariñoso, era muy atento, luego de un año tuve a mi segundo bebé y el cambió completamente conmigo, era su forma de verme, de hablarme, desde ese momento comenzaba a sospechar que algo pasaba, el comenzaba a salir de noche, traía mucho dinero, al no llegar a dormir yo sospechaba que él tenía otra mujer.

Yo me quedé callada, me duró muy poco el silencio, empezaron los reclamos por que él hablaba mucho por teléfono, se escondía de mí para que yo no lo viera y no me diera cuenta, después de un tiempo me enteré que él había tenido un hijo con otra mujer, lo negó y se acrecentaron los insultos, las comparaciones y las humillaciones.

No me dejaba, le contestaba, le comenté que lo dejaría, para que el hiciera lo que quisiera, pero me golpeó hasta que se cansó. Seguí con él por miedo.

A los dos años tuve a mi tercer bebé y el no cambió su forma tratarme, en ese momento le dije qué no quería tener más bebés, dijo que lo que yo quería era tener hijos de diferentes hombres y empezó prohibirme que saliera. Controlaba mi forma de vestir, y se ponía celoso de su propio hermano.

Siguieron los golpes, luego tuve a mi cuarto bebé, era una niña, yo creí que eso lo haría cambiar conmigo, me alivie un veintiocho de junio, todo fue muy hermoso porque siempre quise una niña, él se emocionó mucho, me prometió que cambiaría por mí y los niños.

Salí del hospital, a los tres días tuve complicaciones de mi cesárea, y cuando regresé a casa lo encontré drogado, me dijo que la niña estaba muy morena, que no era su hija, me insultó y me golpeó con un cable en las piernas.

Martín, siguió amenazándome y consumiendo drogas, huimos de ciudad en ciudad por su trabajo. Después tuve a mi quinta bebé, pero eso no cambió en nada.

Un día el salió de casa y a los pocos minutos llegaron unas camionetas blancas y negras, se bajaron unos hombres encapuchados y empezaron a golpear la puerta de la casa, quebraron los vidrios de la casa, no les importaron los gritos y el llanto de los niños, me llevaron a mí para que les contara donde estaba escondido Martín.

Me golpearon, intentaron abusar de mí, pero no me dejé, no les conté nada, a la media noche me dejaron salir. Le conté Martín el peligro que corríamos y nos cambiamos de ciudad para empezar una vida diferente, pero no pude olvidar todo lo que viví.

El me prometió que nunca más sufriría violencia, pero siguió drogándose y buscando motivos para golpearme. Me golpeó hasta marcar mi cara y mis piernas, yo quería salir de ese lugar, pero le tenía miedo, con el tiempo ya no sentía el dolor de los golpes, me volví agresiva con él, me defendía y me reía de él cada vez que me golpeaba.

Hasta que llegué a mi límite, ya no quería que mis hijos vieran todo lo que pasaba con él, busqué ayuda sin saber que pasaría, lo que yo quería era regresarme a mi ciudad, porque en donde estábamos no conocía a nadie.


***

Me llevaron a un lugar donde recibí atención y asesoría, allí me ofrecieron un refugio en el que debía permanecer tres meses, acepté por el bienestar de mis hijos, por su seguridad y también por la mía.

En ese lugar aprendí cosas que pensé que no podía hacer, me ayudaron bastante, pero a la vez fue muy doloroso, porque con las terapias me enteré de cosas que creí que no me pasarían, descubrí que mi hija de tan solo cuatro añitos fue abusada por su propio papá, él que siempre la iba a proteger de todo. Fue como si el mundo se acabara para mí, me sentía culpable, con remordimiento porque no estuve en ese momento con ella para cuidarla.

Hoy sigo tomando terapia para saber cómo ayudar a mi hija, sigo echándole ganas y creo que tomé la mejor decisión al denunciar a quien se convirtió en mi agresor y el de mi hija por diez años. Quise volver con mi familia, pero me dieron la espalda, ya no me importa su rechazo, el único motivo por el que tengo que salir adelante está a mi lado, son mis hijos.

Soy Sonia tengo veintiséis años, soy una mujer delgada, morena, cabello café, ojos grandes y claros y por mis hijos trataré de ser una mejor mamá.


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