Pensamientos femeninos de cuarentena

30.04.2020

Por: Elizabeth Alfaro

La cuarentena: series, comida, home office, compras, pendientes, insomnio. Así ha sido para mí. Más sensible en general, más preocupada por el futuro. Preocupada también por mi salud y por mi falta de ganas de hacer ejercicio.

Instalé la computadora de mi oficina en casa, compré más espacio para mi Google Drive y mi correo electrónico porque estaba saturado. Compré también una silla cómoda para las horas frente a la computadora.

Tuve mi primer video llamada con amigos, comimos pizza y tomamos cerveza. Hablamos sobre cómo nos sentíamos, cómo la pandemia afecta nuestra economía y cómo pasaremos nuestros cumpleaños. Todos cumplimos en el periodo que ha definido el gobierno federal para quedarnos en casa.

Ser mujer y en cuarentena

Me siento inquieta. Me irrito con facilidad. Me dan flojera muchas cosas y por la noche parece que llega la inspiración para escribir, para idear, para jugar. Pensé que debía ser más productiva ¿Por qué siempre quiero producir? Es lo que me ha enseñado el sistema capitalista en el que vivo.

Soy afortunada. No he perdido mi empleo y puedo hacerlo desde casa. Mi sueldo sigue intacto y puedo pagar la renta. Pero también tengo que resolver, la mayoría de los días, algunas tareas domésticas. Soy la encargada de la cocina. Mientras pienso en rutas de trabajo, pienso también en qué voy a cocinar hoy y a qué hora podré hacerlo.

Se terminaron los frijoles. No hay carne. Hay que apuntarlos en la lista del mandado, que no se me olvide. Esta comida no es sana ¿Cómo me dijo mi mamá que se preparaba esto? ¿Está lista la ruta de trabajo?

Que no se me olvide tampoco mandar este archivo, atender este caso, corregir aquello, contestar el mensaje y estar de buen humor. Me abrumo.

Hablo con más mujeres. También están afectadas por la carga mental y las múltiples jornadas que viven desde su hogar. Sobre todo si tienen hijos o hijas. La crianza, la educación, el empleo, el trabajo doméstico.

No hay espacio para ellas, para sus necesidades, para atenderlas, para cuidar de sí mismas.

Las menos privilegiadas

Las noticias me dicen que de febrero a abril han muerto 100 mujeres por COVID-19 y 367 por violencia ¿Por qué no hay un informe diario de las muertes violentas de mujeres durante la contingencia, si las cifras son aún más alarmantes?

Qué terrible debe ser quedarse en casa con un agresor. Qué terrible debe ser quedarse en casa con miedo a morir, no por un virus, sino por la violencia que puede ejercer sobre ti la persona que dice amarte.

He sabido al menos diez casos de violencia del 19 de marzo al 19 de abril. Los conocí por redes sociales, grupos, noticias y autoridades. Todas, como es natural, con mucho miedo y dudas para denunciar.

Se ofrecen folletos y asesorías en línea. En muchos lugares la atención psicológica se encuentra suspendida o bien, se trabaja a distancia. ¿Qué pasa si no tengo internet en casa o si mi agresor me vigila todo el tiempo al interior de mi hogar?

Soy psicóloga, no clínica, pero sí social. La cabeza me da mil vueltas preguntándome si estoy haciendo lo correcto, lo suficiente... No. No estoy ahí, no puedo hacerlo, no soy omnipresente. Es frustrante.

El futuro

Dicen que si no salimos siendo mejores personas después de esto, no habremos aprendido nada. Yo solo quiero que las mujeres, las más y menos privilegiadas, podamos salir de esto, vivas.

Libres para reencontrarnos y acompañarnos tan cerca como podamos y queramos. Libres para volver a levantar los puños juntas y gritar ¡Vivas nos queremos! 


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