El trabajo invisible

02.08.2019

Paola Aguirre Praga

Estrella tenía cuatro años cuando desapareció su madre. Su abuela Guadalupe le explicó que se había ido de viaje, pero ella no le creyó. Algunas noches se hundía en los horrores de los golpes que recibían las mujeres a manos del hombre de la casa.

Dice que en su camino está el huir. Lo hacía de pequeña para esconderse de los cintarazos que le daba el marido de su abuela por ser afeminado. Hace un año, nuevamente huyó de Torreón, Coahuila, para refugiarse en Saltillo, la capital del estado.

"¿Qué cómo llegué a la calle? Pues así de repente, yo creo que empecé como a los 16 más o menos, en unas cantinas de Torreón, porque me metí de mesera, daban buenas propinas pero todos querían tortearte, ya sabes clásicos borrachos".

Estrella iba a Durango, acompañada de un par de amigas, que tenían contacto con homosexuales dedicados a la prostitución. Presenció una golpiza de la que fue víctima uno de ellos.

En una de las calles, de la que no recuerda el nombre pues estaba alcoholizada, se tiró al piso a llorar, así estuvo rumiando su dolor por una media hora, hasta que consiguieron que alguien las llevara a Torreón.

Mientras fuma, la mujer de cuerpo robusto, piel morena, cabello rojo ondulado y despeinado relata que decidió dejar su vida en el municipio lagunero para ir a Saltillo. Sólo cambió el escenario, Estrella no ha dejado de ofrecer sexo por dinero.

Su historia no es la única. Debido al temor generado por las condiciones de inseguridad que se vive en la Comarca Lagunera, las sexoservidoras que acostumbraban trabajar en las calles del centro, se han visto obligadas a trasladarse a municipios vecinos.

Olga Ramos, representante de un grupo de sexoservidoras, asegura que muchas mujeres han optado por integrarse a la vida nocturna en municipios como Parras de la Fuente, San Pedro de las Colonias y Matamoros, en la región sureste de Coahuila.

El gremio solía permanecer fuera los fines de semana y los siguientes días retornaban a Torreón; sin embargo, otras han decidido desplazarse por seguridad.

Esto solo representa una parte del problema, el clima de violencia ha reducido el número de mujeres que ejercen la prostitución. Las sexoservidoras se han separado de las calles del Centro Histórico, para ganar territorio en los sectores Norte y Oriente de la ciudad.

CASI 60 MIL...

La industria del sexo en el norte del país ha cambiado radicalmente por los efectos de luchas violentas que libran los cárteles en colonias de municipios como Saltillo, Torreón, Piedras Negras, Monclova y Acuña.

Pero incluso, la violencia que azota a Nuevo León, ha orillado a los trabajadores sexuales a llegar a Coahuila a trabajar en cantinas y bares. Lo confirma Aida García Badillo, presidenta de la organización civil Eux Arte y Sida.

"En los últimos meses se ha presentado en Coahuila un fenómeno migratorio interno de sexoservidoras laguneras que se desplazan a la Región Sureste".

Señala que en recorridos que ha realizado el organismo, se ha encontrado a mujeres, hombres y homosexuales que han huido de Torreón por su seguridad, pues además de las balaceras, se han convertido en un grupo vulnerable por el crimen organizado.

"Hay trabajadoras sexuales que empiezan a trabajar en la carretera, y así se vienen hasta llegar a Saltillo, por seguridad, porque crece cada vez más la violencia que se vive en esa zona, las ves trabajando en Ramos Arizpe y Arteaga, es un fenómeno que comenzó el año pasado".

Muchas carecen de protección sexual y trabajan en condiciones deplorables, ponen en riesgo a sus familias, muchas se trasladan con hijos pequeños.

En Coahuila, Eux Arte y SIDA proyecta un estimado de 60 mil personas que estarían ejerciendo la prostitución, bajo un esquema sin control de salud ni de apoyo social, denuncia la activista.

Criticó que a nivel municipal y estatal no exista una cifra oficial sobre el número de mujeres, hombres y transexuales que hacen trabajo sexual, por lo que las estadísticas, estarían basadas a partir de las licencias que liberan los grupos cerveceros en la entidad, pertenecientes a las empresas Modelo y Cuauhtémoc-Moctezuma.

"En Saltillo, haciendo un cateo en cada lugar podemos encontrar a seis mujeres y en días pesados hasta ocho y haciendo guardia, estamos hablando que debe de haber en todo Coahuila unas 60 mil, y que están disfrazadas de meseras pero las inician en el trabajo sexual y las inician casi en un sistema que podemos ver como trata de personas" declaró.

En la mayoría de los casos, se trata de familias de dos o tres generaciones, aunque también se tienen casos en que las madres que se dedicaban a la prostitución deciden cortar la cadena y buscan un mejor futuro para sus hijos.

El círculo de pobreza de este sector no permite que los trabajadores sexuales puedan encontrar otra fuente de empleo, pues ante la falta de oportunidades en el ámbito académico y laboral, los obliga a prostituirse por tarifas muy bajas, que apenas les alcanzan para cubrir necesidades básicas.

"Las autoridades de salud pública no le han querido entrar al asunto, sabrá dios que pasa, pero nadie ha querido tratar de solucionar el problema o cuando menos tener un control sanitario de esas mujeres".

Menciona que los trabajadores sexuales son potenciales portadores de enfermedades como SIDA, por lo que las personas que tienen contacto sexual con ellos, siempre corren el riesgo de contraer ese mal.

"Y la situación se agrava porque son hombres o mujeres, porque estamos hablando de todos los géneros, que luego trasmiten la enfermedad a sus parejas y eso es algo que ocurre hoy en día en Saltillo".

Quienes llegan, se emplean en lugares que van desde las cantinas disfrazadas de loncherías, los centros nocturnos o estéticas que son también sitios encubiertos para la prostitución.

"Las autoridades de salud pública no le han querido entrar al asunto, sabrá dios que pasa, pero nadie ha querido tratar de solucionar el problema o cuando menos tener un control sanitario de esas mujeres", explicó.

Eux Arte y SIDA ha sugerido a las autoridades de salud pública del estado y el municipio que levanten un padrón del número de mujeres que se dedican al trabajo sexual clandestino, pues están riesgo sanitario, pero también personal.

"Lo irónico es que exista una zona de tolerancia para que las mujeres se dediquen a esta actividad, pero ese lugar está casi por cerrar, ya que no hay clientes, dado que los hombres saben muy bien que en pleno centro de la ciudad encuentran damas, caballeros o trans para divertirse y tener sexo".

"Los clientes ya saben que está llegando sangre nueva a Saltillo y van a buscar el placer, pero sin saber que hay detrás de todas estas personas que se están desplazando por temor, por dinero".

JOCELYN, LA NÓMADA

Adentro, suenan a todo volumen Los Invasores de Nuevo León. Parada en la puerta de la cantina del cruce de las calles Acuña y Lerdo en el centro de Saltillo, la muchacha de minifalda rosa y blusa de tirantes azul turquesa espera que lleguen los clientes.

Llegó desde hace año y medio de Monclova porque secuestraron a su novio y prefirió vivir en la capital de Coahuila. "Aquí también está pesado pero sale trabajo, yo estoy aquí de mesera, pero si agarro cliente lo agarro".

Jocelyn tiene 20 años y dos hijos. Su mamá se los cuida mientras ella trabaja de miércoles a sábado en la cantina. Es delgada, de piel morena, aunque tiene algunas manchas blancuzcas en la cara, pareciera débil pero no lo es.

Desde pequeña creció en una tradicional familia disfuncional, en medio de la pobreza y la violencia. Su madre fue víctima de las palizas de sus parejas, y de vez en cuando le tocó recibir cachetadas y patadas.

Tímida para hablar confiesa que quiere dejar la prostitución, pero fue el camino más fácil para conseguir dinero. Todo iba bien, hasta que algunos "malandros" empezaron a requerir sus servicios.

Por eso, Jocelyn decidió migrar a Saltillo, para seguir como trabajadora sexual. Algún día, asegura con voz clara: se va a ir al Distrito Federal para trabajar en otra cosa, quiere empezar por terminar la preparatoria.

Dice que desde que supo de la activista de Eux Arte y Sida, Aida García Badillo se ha informado más y espera que su sueño de salirse de las cantinas se haga realidad. La música no ha dejado de sonar.

Jocelyn se dispone a trabajar, aunque ya pasó el año y medio no se acostumbra a los clientes de la capital, pero se siente más segura.

TRABAJO INVISIBLE

Carlos Llamas es presidente de la organización coahuilense Jóvenes Prevenidos AC. Desde hace años trabaja con sectores vulnerables, promoviendo la sexualidad sana. Ha documentado casos de hombres y mujeres que se dedican al trabajo sexual y que han sido violentados.

Denuncia que en sitios públicos como Plaza de armas, San Francisco, Manuel Acuña, la Alameda Zaragoza, así como la zona del Periférico Luis Echeverría Álvarez, principal arteria vial en Saltillo son refugios para los desplazados, y se han convertido en zonas de prostitución clandestina, donde se corre mayor riesgo.

Y es que en Saltillo, la prostitución es una falta administrativa que se sanciona con horas de encierro o con multas que van desde los 450 hasta los 2 mil pesos a quienes la ejerzan, fuera de la zona de tolerancia, ubicada en la periferia, al oriente de la ciudad y que se encuentra en quiebra.

"El trabajo sexual existe pero es clandestino, mucha gente, muchos hombres y mujeres están migrando y al ver la zona de tolerancia que esta desértica, las compañeras tienen que bajar al centro de la ciudad o a donde haya cantinas".

Y agrega "El problema que existe en todo Coahuila es que no se respeta el trabajo sexual como tal, y todo porque no han querido sentarse a hablar del tema, porque salen situaciones muy delicadas como es la explotación infantil, la colusión del narcotráfico y el gobierno municipal y estatal tienen que tomar las cartas en el asunto y respetarlo".

A través de Jóvenes Prevenidos AC se ha trasladado a Piedras Negras, Ramos Arizpe, Arteaga y Saltillo, donde ha constatado el grado de vulnerabilidad de los trabajadores sexuales a merced del narcotráfico.

Aunque las asociaciones civiles como Eux Arte y SIDA y Jóvenes Prevenidos han solicitado estadísticas oficiales ante la Secretaria de Salud en la entidad y a las direcciones sanitarias de los municipios, los gobiernos no cuentan con un censo que permita conocer el número de personas que en la entidad se dedican a la prostitución.

"Son invisibles, no hay nadie que respete sus derechos humanos, se ven vulnerables por los clientes, por la sociedad, y ahora por el crimen organizado, se necesita una alerta para poner a tención a este problema que tomado grandes dimensiones".


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