El esplendoroso arcoíris llegó

11.05.2020

Por Laura A. Salgado Espinosa

Durante siete años lo pensamos y lo planteamos como un sueño futuro. Veíamos en los aparadores cunas y carreolas, pero aún no era el momento, había temas sobre la mesa y decisiones antes que tomar para tener certeza de la que sabíamos era y es una gran decisión.

Recuerdo que a esa cita de diciembre del 2016 llegué con incertidumbre mezclada con emoción, de esa que te hace sentir escalofríos y mariposas, el doctor sólo me dijo: " todo está excelente, te veo aquí en dos meses o cuando traigas tu positivo". Su firmeza me dio calma y ahí estaba, emocionada de qué está vez yo tenía la seguridad de poder conocer mi cuerpo e intentarlo. Está era yo frente a una decisión de primera instancia con convicción propia y compartida con mi compañero.

Paso ese mes y tuve un sueño extraño pero liberador en Real de Catorce, un viaje maravilloso con las personas que amo, una noche desperté llorando y buscando el abrazo de mi compañero, había soñado el duelo que no me había permitido tener, regrese a ese diciembre de 2014 pero ahora sí grite, me desahogue y me permití sufrirlo. Respiré profundo aliviada como si un gran peso se hubiese deshecho en mil pedazo, entregué mi pequeño corazón al cielo.

Así cerré mi año 2016, libre del alma y con el corazón dispuesto a si esto era posible y llegaba, aquí estaba feliz rodeada de a quiénes amo.

El positivo llegó con rayitas azules levemente teñidas en la prueba de embarazo, después de malestares extraños que me hicieron sospechar, cómo mujer de tormenta me quise cerciorar y ahí estaba el contundente "embarazada 1-2", tenía tantas ideas para dar la noticia, pero el alma me explotó de amor, lo tomamos con cautela y ahí estabas, mi bello latido fuerte y constante entre la imagen grisácea de la ecografía.

Antes de que llegaras sabía que la madre que habías elegido, tenía claro que amaba profundamente tu existencia y los cambios que me confirmaban que seguías conmigo, cita tras cita, los meses se me hacían cortos y tú iluminándome desde adentro. Juntas, cada día durante nueve meses, elegimos tus nombres por mis ancestras que ahora también ya son las tuyas, tienes el tercer nombre porqué como primerizos, queríamos entregarte algo como tú, único.

Mientras te veía crecer en mí, soñaba con tus primeros movimientos, al son de tus latidos, se esbozaba mi sonrisa. Llegaste una tarde de septiembre, una patriótica tarde septiembre, sentí tu pequeña manita en mi rostro y las lágrimas comenzaron a salir a caudales de mis ojos. Te veo dormida y no me canso de decirle a tu padre, lo bella y amorosa que eres. Ahora nuestra casa es tu reino mi querida Unicornia que dibujas flores y estrellas en las paredes, con sandalias de Kitty en el comedor y tus suspiros profundos al decir: "Mami, me haces muy feliz".

Han pasado casi tres años de ver tus ojos y acurrucarte en mis brazos por primera vez, cuando te soñábamos no estábamos ni cerquita de todo ese esplendor que nos das cada mañana al despertar o en esas crisis momentáneas que nos recuerdan lo nueva que eres aprendiendo en este mundo. Nos elegimos, a pesar de la vorágine del caos allá afuera, nos dijimos sí la una a la otra, a luchar por nuestro amor y dejarnos ser en nombre de las ancestras que nos protegen y las mujeres que en tribu nos sostienen.

La elección sobre nuestra cuerpa es un derecho irrefutable, cada ser humano que llegue a este mundo, merece hacerlo siendo deseado/a/e. Apropiarnos de nuestro territorio - cuerpo, es la resistencia frente al mandato patriarcal de romantizar las batallas que traen consigo la maternidad y/o intentar persuadir a quien no desea ser madre. Las mujeres eligen, el patriarcado se calla y así, los/as/es hijos/as/es también crecerán libres. 


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